¿Quién es el culpable de la mala gestión deportiva?
Gaizka Garitano está con pié y tres cuartos fuera del Real Valladolid tras la derrota y la mala imagen que de nuevo mostró el equipo esta vez en Palamós. Quizás, a corto plazo y para evitar lo que sería un catastrófico descenso a Segunda B, urge un cambio de entrenador. El equipo empezó mal y su juego va a peor con el paso de las jornadas.
No obstante, el cese del técnico es un parche para intentar salvar la temporada. El problema real del conjunto blanquivioleta viene de ‘arriba’, no existe un proyecto de equipo con una base solida, en gran medida porque desde hace más de una década el club no cuenta y explota su cantera. Equipos como el Sporting o Celta, por citar algún ejemplo, se han basado en fortalecer sus divisiones inferiores ante los problemas económicos que les acuciaban. Mientras, en Valladolid no se apostaba por aquellos jugadores de base que empezaban a despuntar y se prefería despilfarrar en ‘Ericks Morenos, Tulios, Heinzs Veloces, Valdets Ramas, Peleles y Razaks’.
En este artículo tampoco quiero perderme en esto último. Es un debate aparte, de cuestiones relacionadas con intereses propios de representantes, fondos de inversión de futbolistas, directores deportivos y, porque no decirlo, de los propios accionistas de los clubes deportivos.
Y, quizás tampoco, el hecho de contar con más canteranos en esta última década nos hubiera dado la solución. Son muy pocos los jugadores de categorías inferiores que han despuntado en sus nuevos equipos. Esto necesitaría un análisis da mayor profundidad si cabe. Lo que si te da, salvo excepciones, el contar con jugadores con algunas temporadas en la casa es cierto grado de compromiso con el club, el tener un porcentaje mayoritario del grupo de jugadores (personas) con años ya entrenando juntos y que se conocen.
Lo que se cuestiona verano tras verano, y que estas dos últimas temporadas con Braulio Vázquez en la dirección deportiva se han extrapolado los números de manera considerable, es la temporalidad contractual de la plantilla y que a mi modo de ver incrementa más si cabe la falta de compromiso de un Club que no cuenta con su cantera.
Fueron dieciséis las operaciones realizadas en el pasado mercado fichajes, de las cuales ocho futbolistas llegaron en calidad de cedido y del resto muchos los que firman por una sola temporada. Para la próxima temporada, solo ocho jugadores tienen firmado a día de hoy su compromiso (y de estos últimos, solo Diego Rubio tiene contrato para la 2017/18).
A mi modo de ver, cuando no existe esa base fuerte de compromiso en el vestuario y la gran mayoría son nuevos fichajes para una temporada, todos se hacen ‘gallitos’ y quieren jugar por encima del bien del grupo. Todos quieren estar en el escaparate para conseguir un mejor contrato el próximo año y surge la desintegración dentro del vestuario. Un problema que se acrecienta exponencialmente cuando los resultados no acompañan.
Es más, siguiendo con los problemas de la alta temporalidad de la plantilla, comentar que de los veintiún jugadores del primer equipo, solo siete repiten de la temporada anterior, una tercera parte. Este conlleva un tiempo para la aclimatación, conjuntar el grupo y que se conozca, si antes no se ha roto como comentaba en el párrafo anterior. Más si cabe cuando la pretemporada se inició con solo seis jugadores del primer equipo y con muchas incorporaciones a poco de iniciarse la competición o con esta en curso.
En definitiva, crear con éxito un grupo de trabajo se consigue con tiempo y, cierto es, con resultados. Cuando ninguno de estos factores confluyen empiezan a saltar las alarmas. Yo no dudo de la calidad individual de los jugadores del Real Valladolid, incluso de los centrales que tanta crítica están recibiendo, pero si de la falta de un grupo, un equipo, con intereses comunes, en el que todos (o la gran mayoría, siempre hay ovejas negras) remen juntos por el objetivo común.
Es la situación en la que se encuentra a día de hoy el Real Valladolid, y que requieren de una solución a corto plazo, como la de un cambio de director de orquesta que sepa gestionar mejor este grupo de jugadores, o que por su filosofía de juego encaje más con la de los jugadores que componen la actual plantilla.
Pero realmente, en eso coincido con el alcalde (entre muchos otros aficionados blanquivioletas), el problema de base no radica en el entrenador actual y si en la mala planificación deportiva a todos los niveles en los últimos años. Pero, ¿de quien es realmente la culpa?. ¿De la dirección deportiva? ¿del presidente Carlos Suárez?. El máximo mandatario del Real Valladolid ha comentado en los últimos años que dejaba toda la responsabilidad del apartado deportivo a la dirección deportiva, para él dedicarse a los números. Pero es sorprendente que ninguno de estos responsables deportivos en las últimas décadas haya podido dar cierta estabilidad al primer equipo y sus principales filiales, el Promesas y el Juvenil.
No obstante, salvo que en un futuro Braulio declare que muchas de sus decisiones estaban condicionadas al presidente, todas las culpas de la penosa gestión deportiva actual recaen sobre él. Nadie duda de su capacidad para traer jugadores de calidad para la categoría, pero el fútbol es un deporte de conjunto, e indudablemente, no ha conseguido con sus decisiones crear un bloque solido, crear un equipo. No es lógico comenzar una pretemporada con seis jugadores, ni traer ocho jugadores cedidos y muchos por un año de contrato, con la competición en marcha y algunos en baja forma. Quizás su función sea más la de un buen ojeador o secretario técnico, pero ha demostrado fracasar como director deportivo en la gestión de grupos de trabajo.